La creciente adopción de intervenciones en la primera infancia se basa en una creciente comprensión de que los avances en el desarrollo infantil temprano contribuyen sustancialmente a los resultados educativos, sociales y económicos posteriores de los niños. Los programas de primera infancia han demostrado que pueden tener efectos importantes a medio y largo plazo en el progreso escolar, es decir, en el rendimiento, en la reducción de la repetición y de las necesidades de programas de intervención especial, y en el aumento de los resultados escolares y de los logros educativos. Una mayor preparación escolar y un adecuado desarrollo social establecen las bases para mejoras en el progreso escolar y en los éxitos posteriores. Es decir, reducen las posibilidades de que un niño repita el grado, de que requiera servicios especiales o termine abandonando la escuela.

Investigaciones en los programas Abecedarian, Perry, Chicago y en Bolivia han demostrado efectos a largo plazo en las tasas de graduación, en los ingresos, en la reducción de la delincuencia, en mejoras en la calidad de vida y en cambios de comportamiento relacionados con la salud y con el embarazo en la adolescencia. Evaluaciones de coste-eficiencia sobre estos programas, habiendo hecho seguimiento de los niños hasta su edad adulta, han mostrado tasas de rendimiento entre 3 y 16 dólares por cada dólar que costó el programa. Los beneficios en los niños han traído consigo beneficios para las escuelas y para la sociedad, como la reducción de costes en educación y en servicios sociales, la reducción de costes en delincuencia y en justicia penal, la reducción de costes de atención en salud y el aumento de ingresos fiscales. La evidencia apunta a la primera infancia como una gran oportunidad de inversión pública.