Mi preocupación por la relación entre ética y economía ha llegado como fruto de una larga carrera, iniciada hace casi seis décadas y construida alrededor de la ciencia y la tecnología; primero como científico, luego como gestor de las políticas que promueven el fomento de la investigación y el desarrollo tecnológico (I+D), y finalmente como analista de las relaciones entre la ciencia, la tecnología y la sociedad (estudios CTS dentro del campo de la filosofía de la ciencia, STS de sus siglas en inglés).
Este proceso ha estado marcado por la evolución, como asunción de una práctica y como teoría; por una visión holística orientada hacia la interdisciplinariedad; así como por un decidido apoyo en las dinámicas de hibridación, en el concepto de mestizaje intelectual.
Planteada la pregunta acerca de por qué hay que tener muy en cuenta la ética en la ciencia, la tecnología y la ingeniería, he llegado al convencimiento de su necesidad a partir de las múltiples facetas que envuelven su impresionantes desarrollos y el alcance político, social y económico de los mismos.
La ética, la moral, que son tan antiguas como la civilización griega que nos trajo la democracia y mostró su relación tan necesaria como compleja con la política, ha venido ganando mucho protagonismo, no siempre bien ejercido, planteado ni analizado, desde la década de los ochenta del pasado siglo, la caída del muro de Berlín y sus implicaciones. Esos malos usos y aplicaciones de las éticas -introduzco a conciencia el plural-, han incrementado el interés por profundizar en lo que acompaña a tales aplicaciones y dimensiones contradictorias e insatisfactorias de las éticas.
Caminando por la senda de las éticas aplicadas, he avanzado hacia la conclusión de que en un contexto global, tan conflictivo, complejo y desestructurado como el que vivimos, las aplicaciones de las éticas no pueden ser simples ni directas. Esta situación ha impuesto, en mi opinión, una depuración de las tipologías o modos de aplicar la ética a problemas que son multidimensionales, y con diferencias en los tiempos de sus emergencias y de sus intentos de solución. Ello supone tener en cuenta una diversidad de valores que se ponen en juego y que hay que intentar valorar, pesar y medir en lo posible. De ahí la opción por una ética consecuencialista, extendida en virtud de la complejidad contextual comentada y de la diversidad de agentes implicados, lo que me ha llevado a recurrir al concepto de interéticas, es decir a éticas que deben confrontarse en una interrelación valorativa, aplicada a casos mediados por quienes intervienen y por los contextos en que tales intervenciones tienen lugar.
Desde que inicié mi periplo investigador, mi relación con la economía fue de respeto y de búsqueda de colaboración. Pero a medida que este proceso relacional ha ido avanzando evolutivamente es cuando ha habido encuentros: primero llegó la colusión y posteriormente la colisión.
Para afrontar este encontronazo, me ha parecido lógico proponer desde una aproximación holística y bajo la perspectiva evolucionista, la convergencia entre los dos ámbitos, la ética y los estudios CTS, tendencia que creo que en mí se ha venido dando en los últimos tiempos. En esta vía he identificado problemas en la economía tanto como ciencia como en las prácticas políticas, sobre todo en el terreno de las contradicciones. Estas se dan en relación con los espacios de las éticas y encuentran su reflejo en la producción de los conocimientos científicos de la ciencia económica en su línea principal de pensamiento y en la incidencia social y económica de sus prácticas. Las aproximaciones económicas muestran más preocupación por lo inmediato, con un predominio provocador del dinero como valor hasta haber llegado a alcanzar la exclusividad, que a prestar atención a la sostenibilidad.
La crisis sistémica, global, que se inició en 2007-2008 con consecuencias sociales inimaginables en sus orígenes, ha sido el detonante que me ha impulsado a reaccionar. Lo he hecho sobre el andamiaje de la ciencia, de nuevo con una orientación interdisciplinar y con el soporte de la base científica que ofrece la nueva biología, con sus pilares fundamentales que están sirviendo de prueba a que la biología es una ciencia con pleno estatuto, está consolidada y a la vez en constante evolución, enfrentándose así a la confianza ¿ciega? de la economía en la ciclicidad.
De todo esto, ha surgido la reclamación de que la supuesta interdisciplinariedad de la economía presenta notables quiebras y por eso he apuntado a que la biología puede y debe acudir a su rescate, ir hacia la idea de una economía crecientemente biológica.
Para terminar, dos referencias de carácter bibliográfico, la primera que conviene prestar atención a los tres libros que se citan en la presentación del Seminario Economía y Valores (19 y 20 de febrero de 2015) y en otro orden de cosas a mis últimas reflexiones en la exploración de la relación entre evolución y éticas que acaban de presentarse (ww.institutoroche.es). De este cotejo intelectual se pueden entrever consecuencias graves en la evolución humana a causa del capitalismo financiero que deja de lado valores fundamentales como: cooperación, altruismo, empatía, y justicia para perseguir la igualdad.
Más información sobre el Seminario Internacional 'Economía y Valores'.
