Se cuenta que los cartógrafos de la antigüedad se alimentaban también de mitos; mitos que plasmaban en sus mapas, en forma de animales quiméricos, con los que marcar lo desconocido que imaginaban plagado de peligros, de ahí que la sentencia "hic sunt dracones" (aquí hay dragones) se haya generalizado como expresión, primero, de territorios inexplorados y por extensión, después, de la falta de conocimiento en algún campo o materia. Esta frase que en realidad no aparece en ningún mapa, ni carta náutica, se lee en un pequeño globo terráqueo, fundido en bronce a comienzos del siglo XVI (hacia 1510), que se conserva en la New York Public Library. El globo Hunt-Lenox, que es como se conoce, lleva escrito sobre la parte más oriental de Asia la referida sentencia. Se ha especulado sobre los posibles antecedentes de la misma y se ha llegado, incluso, a aventurar que podrían remontarse a los cartógrafos romanos que utilizaban la frase "hic sunt liones" (aquí hay leones) para marcar los territorios, aún por explorar, en los confines del Imperio.
Se ha dicho que la exploración en nuestro planeta no tiene ya un horizonte geográfico pero, sin embargo, se habla de una "nueva era de los descubrimientos" (Donoghue & Alverson. Annals Missouri Botanical Garden 87: 110-126. 2000) ;una nueva era en la que explorar, descubrir y describir la diversidad de la vida, al tiempo que desentrañar las relaciones de parentesco que existen entre los organismos.
Vivimos inmersos en una crisis de la biodiversidad. La sobre-explotación del territorio, la deforestación, el cambio climático, la desertificación, la destrucción de los hábitats, la contaminación y la falta de conocimiento son algunas de las causas de la que se ha dado en llamar "la sexta extinción".
Desconocemos el número de especies que pueblan nuestro planeta y las cifras de las que se suponen probables son muy dispares; su número oscila entre los tres y los 100 millones, según la fuente consultada. Tomando como base los datos de Arthur D. Chapman (Report for the Australian Biological Resources Study. Camberra, 2009), el número de especies conocidas apenas llega a los dos millones (1.899.587), lo que viene suponer algo menos del 17% de las totales cuantificadas que, en su evaluación, alcanzan los once millones y medio. Si cada año se describen unas 18.000 especies nuevas, nos quedan más de 500 años para completar el catálogo de la vida. ¿Podemos esperar tanto?
El árbol de la vida, que es la manera más generalizada de representar las relaciones de parentesco entre los organismos, está plagado de desconocimiento. Es la "terra ignota" actual, donde habitan los dragones, y en la que debemos adentrarnos para analizar y describir ese 83 % de las especies que aún nos quedan por descubrir. Estos territorios de la ignorancia tienen también, en nuestro caso, un horizonte geográfico, pues los investigadores en el campo de la biodiversidad necesitamos, para testar nuestras hipótesis, documentar la diversidad de los organismos en todo su ámbito de distribución geográfica. Necesitamos llevar a cabo una importante labor de toma de datos y observaciones directas en el medio natural, en muchas ocasiones, en territorios científicamente inexplorados.
La exploración científica es una actividad inherente al estudio y análisis de la diversidad biológica. De las expediciones de ayer y hoy, de su similitud y diferencia, de la labor de exploración que llevaron aparejadas obras claves de la biología como Systema Naturae (1735) y Species plantarum (1753) ambas de C. Linneo, o The Origin of Species… de Ch. Darwin (1859), entre otras, así como de los actuales estudios sobre biodiversidad, con ejemplos concretos, tratamos en la conferencia que impartí en la Fundación Ramón Areces bajo el título general: Ciencia y exploración. Las exploraciones científicas en el siglo XXI.
